Novosibirsk (
RIA Novosti). Los científicos siberianos aprendieron a hacer placas de diamante de un espesor de 30 nanómetros, más delgadas que las que se producen en Europa y los EE.UU., informó el jefe del laboratorio del Instituto de Física de Semiconductores (ISP) Rzhanov, de la sección siberiana de la Academia de Ciencias de Rusia, Vladimir Popov.
El científico explicó que mientras menor sea el espesor del material de micro esquema, será menor el efecto y el ruido indeseable, y menor el consumo de energía, por lo que una placa de un espesor de nano escala es la base ideal para circuitos integrados. Por ejemplo, una placa de silíceo, de un espesor de un nanómetro, desarrollada en el Instituto, es utilizada por las organizaciones Rosatom y Roskosmos, para la creación de aparatos resistentes a la radiación electrónica; los institutos de la Academia de Ciencias las utilizan en dispositivos de nanoelectrónica y biosensores.
Vladimir Popov precisó que ahora las placas de diamante con un espesor de 300 nanómetros se obtienen en varios laboratorios de todo el mundo, pero todas sus indiscutibles ventajas se eliminan por los llamados defectos residuales, que se forman durante la separación de la placa de cristal. “Hemos encontrado una manera de evitar la aparición de defectos en todas las etapas del proceso, y de preservar la estructura original de los cristales sintéticos, los cuales cultivan nuestros colegas del Instituto de Geología y Mineralogía SO RAN”, explicó Popov. El uso de los efectos cuánticos ópticos en chips de diamante aumentará considerablemente la cantidad de potencia informática. Además, los chips de diamante pueden operar a temperaturas de hasta más 800 grados centígrados, lo que, en particular, permitirá crear instrumentos de control directo y el ajuste de trabajos de control de los motores reactivos y otros.
El científico señaló que cuando aparezca la tecnología para fabricar chips de los minerales más duros de la Tierra, el diamante podrá desplazar del mercado a la microelectrónica de silíceo. Pero hay que cultivar un cristal con las propiedades deseadas, aprender a separar de él las delgadísimas placas e incrustar en su estructura cristalina otros elementos químicos (alear), para impulsar su baja conductividad eléctrica.